Nuevas adicciones: un mundo adictivo sin drogas

Por: Inés Caram, M.A.

A lo largo de la evolución el placer se ha desarrollado, siendo una expresión psíquica básica la cual aporta a la adaptación del medio ambiente (Soto, 2006). Soto (2006) también afirma que al igual que el placer, el dolor es uno de los principales motores de la conducta; y que existen dolores placenteros (masoquismo) y placeres dolorosos (comida picante). De manera inicial las conductas adictivas son controladas por reforzadores positivos, es decir, los aspectos de la conducta que causan placer; sin embargo terminan siendo controladas por reforzadores negativos, como el alivio de la tensión emocional que es generada por el malestar que se presenta al no realizar dicha conducta (Fernández-Montalvo & López Goñi, 2010; Echeburúa,1999; Marks,1990).  Es decir que el dolor y el placer, dos expresiones primarias, son las que hacen que la conducta se vuelva adictiva; llevar a cabo cierta conducta nos causa placer, y no llevarla nos causa dolor, por ende debemos realizarla de nuevo para sentirnos mejor.

A través  del tiempo, el significado de adicción ha sido vinculado directamente con la adicción a las drogas (Fernández-Montalvo & López Goñi, 2010). Siendo los componentes primordiales de los trastornos adictivos, la falta de control y la dependencia, las adicciones no se pueden limitar a las conductas que se generan por sustancias químicas como la cocaína o la nicotina (Newlin, 2008).  Una actividad, por más normal que sea, si es percibida como placentera presenta susceptibilidad para convertirse en una conducta adictiva (Fernández-Montalvo & López Goñi, 2010). Incluso, hábitos de conducta aparentemente inofensivos y aceptados socialmente, tales como comer, comprar, jugar, trabajar o practicar sexo; en circunstancias determinadas, tienen la posibilidad de tornarse en conductas adictivas e interferir de manera grave en el día a día de las personas afectadas (Fernández-Montalvo & López Goñi, 2010; Ruiz,Lucena,Pino & Herruzo,2010; Mellody, 1997; Echeburúa y Corral, 1994; Marlatt y Gordon, 1985).

Para clasificar las conductas normales como problemáticas, se debe tomar en cuenta la intensidad, la frecuencia y/o la cantidad de dinero invertida en esta, ya que el núcleo de la adicción conductual no es la conducta en sí, sino la manera en que el sujeto se relaciona con esta (Fernández-Montalvo & López Goñi, 2010; Cía, 2013; Alonso-Fernández, 1996). Todo comportamiento repetitivo que resulte placentero, por lo menos en fases iniciales, y que genere una pérdida de control en la persona (tomando más en cuenta el tipo de relación con la conducta que la conducta en sí), además de interferencia en su vida diaria, a nivel familiar, laboral o social, es considerada una adicción sin drogas (Faiburn, 1999). Por ejemplo, hacer ejercicio físico puede resultar placentero para algunas personas y estas pueden realizarlo de manera habitual; lo problemático llega cuando esta persona se obsesiona con el ejercicio a tal nivel que abandona su trabajo, su familia , sus amigos por ejercitarse, y que si no hace esto siente tristeza, rabia, desesperación, etc…

Aunque es cierto que las adicciones psicológicas o sin drogas tienen aspectos comunes con las adicciones químicas, también tienen sus diferencias. Si lo vemos desde una perspectiva psicopatológica, la politoxicomanías  (adicciones químicas múltiples) son relativamente habituales, mientras que encontrar a un paciente con adicciones psicológicas múltiples (p.e. al juego patológico y laborodependencia) no es frecuente (Fernández-Montalvo & López Goñi, 2010). Fernández y López (2010) afirman que no obstante, sí es común la combinación de una adicción sin droga con otra u otras química, por ejemplo: la laborodependencia, la cual conlleva a una pérdida de control en el ámbito laboral y repercusiones negativas en la vida diaria de la persona, está íntimamente ligada con el abuso de sustancias, como la cocaína, que neutralizan el agotamiento ocupacional.

Es importante desvincularnos de la idea de que las adicciones solo conllevan un consumo de sustancias, cuando diariamente nos sumergimos en muchas conductas que al igual pueden llevarnos a una adicción. Darle la importancia a estas adicciones sin drogas, es primordial; ya que igual como una sustancia puede deteriorar a un ser humano a nivel físico, psicológico y de salud, una conducta “normal” también puede deteriorar estos ámbitos si es utilizada de manera abusiva.  Tener en cuenta que una conducta simple puede hacerte separar de lo real, sin tener ninguna sustancia de por medio, es el primer paso para comenzar a darnos cuenta de la repercusión que pueden tener nuestras acciones.

 

Referencias

Alonso-Fernández, F. Las otras drogas. Madrid: Temas de Hoy, 1996.

Cía, A. Las adicciones no relacionadas a sustancias (DSM-5, APA, 2013): un primer paso hacia la inclusión de las Adicciones Conductuales en las clasificaciones categoriales vigentes. (2013). Neuropsiquiatrica, 4(76), 210-217.

Echeburúa, E. (1999). ¿Adicciones sin drogas? Las nuevas adicciones. Bilbao: Desclée de Brouwer.

Echeburúa, E. y Corral, P. (1994). Adicciones psicológicas: más allá de la metáfora. Clínica y Salud, 5, 251-258.

Fairburn, C. (1998). La superación de los atracones de comida. Barcelona: Paidós.

Fernández-Montalvo, J., & López Goñi, J. (2010). Adicciones sin drogas: Características y vías de intervención. Researchgate, (8), 2-21. Retrieved from https://www.researchgate.net/publication/242573131

Marks, I. (1990). Behavioural (non-chemical) addictions. British Journal of Addiction, 85, 1389-1394.

Marlatt, G. A. y Gordon, J.R. (Ed.) (1985). Relapse prevention: Maintenance strategies in the treatment of addictive behaviors. New York: Guilford Press.

Mellody, P. (1997). La adicción al amor. Barcelona: Obelisco.

Newlin, D.B. (2008). Are “physiological” and ”psychological” addiction really different? Well, no!… um, er, yes? Substance Use & Misuse, 43, 967-971.

Ruiz, R., Lucena, V., Pino, M., & Herruzo, J. (2010). Análisis de comportamientos relacionados con el uso/abuso de Internet, teléfono móvil, compras y juego en estudiantes universitarios. Adicciones, 22(4), 301-310.

Soto, E. (2006). El placer, el cerebro y las nuevas drogas. Elementos, 13(64). Retrieved from http://www.elementos.buap.mx/num64/htm/53.htm

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